sobre cómo la humanidad supo de Pamela David

como cuando estaba ebrio
se ponía megalómano
y como ya se había
cepillado a casi todas las ninfas de por ahí
Zeus que se levanta de su catrera y llama a los sastrecitos
- eran como cuarenta y cinco –
y a los orfebres
- eran como doce –
y agarra y les señala el hilo de nata y medianoche
y el aljibe de los cristales celestes y blandos
Que nadie iba a descansar
- les dice
Que de pedo los iba a dejar ir al baño

entonces los otros meta que meta
colgados de los andamios
tejiendo y
afinando cada rincón

Y de repente un día que se ve a uno
de los enanos como embobado ahí,
“Pamela, Pamela”
Claro que nadie sabía si el nombre le había caído en un sueño o qué
(porque nadie había dicho nada de ningún nombre)
Pero nada
que siguen trabajando
Y después otro día otro enano:
“Pamela, Pamela”
y así
cuestión que al final, cuando ya no quedaba ni un canto que afilar y
cuando nada se podía hacer sino mandarselá,
estaban todos ahí, turulecos

por cierto que viene Zeus y con un rayo
les fulmina los ojos
que, de todos modos, ya no servían para gran cosa
Ahí están, todavía, los enanos
consumidos de amor y desesperación

y Zeus, cuidando no tocarla porque no vaya ser que se le descomponga algo,
la levanta así con hilos cenitales
y la entibia
a la luz de 500 lunas llenas
(que es mucho más que lo que recomienda la receta)

Entonces, nadie sabe cómo,
un día ella aparece,
así, caminando por la calle
y los hombres
vacilan
sus rodillas tiemblan como los tubos de un órgano
y caen de rodillas
Y unos se abrazan al cordón de la vereda
Y otros sonríen a la copa de los árboles
Y todos, como si tuvieran la boca llena de gusanos,
“Pamela, Pamela”

ahí los hombres conocieron la nostalgia
Unos agarraron y empezaron a tirar televisores del primer piso
o a arrancar la manguera de los lavarropas
Otros se retiraron a su casa de campo para dedicarse a la jardinería
Alguno se hizo cirujano.

Zeus hundió la cabeza y fue a juntarse con los enanos.
Nunca más comió una aceituna.