Discurso de Cecilio en la parada del treinta y cinco

“Escuchad. Eh! escuchadme he dicho. Aquí, bajo el cenital de las estrellas que escoltan, que esperanzan y la osadía de este árbol en el bruto pavimento. Aquí, en la ciudad infatigable, al lado del cartel ese del treinta y cinco que viaja a San José vía Bandera de los Andes. Ustedes, sí. Escuchad. Más allá de la mera retórica, de los volúmenes que mis palabras van figurando. Que esto que vengo a decir habla de vosotros, pero verdaderos. Como acaso quieren el éxito y acaso lo alcancen. O estén buscando el apropiado. Quizás la virtud. Pues yo – iluso, soñador - refiero la autenticidad. Honestidad, he venido a gritarles. Y no desdeño tales cimas por arbitrio ni resentimiento, ser un santo en la iglesia o un revolucionario en el partido socialista de los trabajadores. Las desdeño, en cambio, por ser demasiado fáciles.
Así es. No se engañen, no se deben a nadie. No. Más les vale la desobediencia. Más les vale saquear y destruir si allí es donde se encuentran.”
Entonces desde la parada respondieron con fervor a las palabras de Cecilio que observaba, como siempre, ubicado en ese punto donde el cielo establece su curva. Llegó el treinta y cinco y se detuvo. Subieron todos, en una maraña de gritos y emociones, chocando y rompiendo, arremetiendo y sacudiendo. Pedazos de asientos, vidrios y gritos desenjaulados volaban por las ventanas del vehículo.
“No. No es lo que quería decirles”, murmuró Cecilio. “No es lo que quería decir”
2 Comments:
me apena la cosa. cecilio está condenado, más que yo aún, a ser un incomprendido.
5:24 AM
sí, yo le digo que se quede en casa, que deje, sería lo mejor, pero el tipo no me hace caso
6:19 AM
Post a Comment
<< Home